Monday, October 23, 2017

El Comunero informa desde Colombia: PROTESTA CAMPESINA ES REPRIMIDA A BALA POR LA POLICÍA

PROTESTA CAMPESINA ES REPRIMIDA A BALA POR LA POLICÍA


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Mañana del día 5 de octubre, zona rural del municipio de Tumaco, frontera con Ecuador; se entabla una discusión entre policías antinarcóticos que están allí para erradicar por la fuerza los cultivos de coca y un grupo de líderes campesinos que representan a más de 1000 campesinos que se encuentran concentrados desde el 29 de septiembre manifestándose en oposición a la erradicación forzada de sus cultivos y que reclaman por el incumplimiento del gobierno frente a las alternativas económicas que éste había prometido que daría hace meses, para que los campesinos sustituyeran voluntariamente los cultivos de coca y amapola.
De repente un oficial de la policía antinarcóticos hace un gesto con su brazo e inmediatamente se oye el traqueteo y el zumbido de las ráfagas de fusil. Los campesinos corren como pueden en todas direcciones por el pantanoso bosque, pero algunos de ellos son alcanzados por las balas asesinas: hay varios muertos y muchos heridos. En medio de la balacera, otros campesinos tratan de socorrer a los que han caído heridos. Reina la confusión, una mezcla de rabia y tristeza se apodera de aquellas gentes trabajadoras.
Horas más tarde el balance de la comunidad es trágico: 6 campesinos han sido asesinados, 20 se encuentran heridos, algunos desaparecidos. Todas las versiones de los campesinos concuerdan: la policía antinarcóticos disparó contra los campesinos desarmados.
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Un campesino dice: “Ellos nos comenzaron a disparar sin ningún motivo, sin ninguna razón. Los policías nos dispararon a nosotros, los campesinos, a los mediadores, a los que estábamos bregando a mediar para que viéramos a ver como organizábamos lo de la erradicación. Nosotros queríamos que nos dieran siquiera ocho días para ir a Tumaco, a ver cómo organizábamos”.
Esta versión contrasta con la que, también horas más tarde, entregan las fuerzas armadas y el gobierno. Estos acusan de la masacre a una disidencia de las Farc que, según ellos, lanzó “al menos cinco cilindros bomba contra los integrantes de la Fuerza Pública y contra la multitud, que se encontraba en el lugar, y luego atacaron con fuego indiscriminado de fusiles y ametralladoras a los manifestantes y a las autoridades”. Al día siguiente de la masacre el presidente Santos asegura que “nuestra Fuerza Pública no dispara contra civiles”.
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Tarde del domingo 8 de octubre. Una comisión de verificación (gobernación de Nariño, organizaciones de derechos humanos, ONU, OEA y periodistas) acuerda con policías en la zona su ingreso al lugar de la masacre, pero cuando se acercan al sitio son recibidos por el ESMAD con una granada de aturdimiento; el grupo grita “no disparen, somos civiles” y la respuesta ahora son disparos de arma de fuego, por lo que el grupo atemorizado es obligado a salir corriendo cuesta abajo. La guardia indígena llega en ayuda del grupo para guiarlos en su salida de la selva. Los campesinos que esperaban afuera solo decían: “Si eso les hacen a ustedes, imagínense a nosotros”.
Las evidencias demuestran que la versión real proviene de los campesinos: la Defensoría del Pueblo ha recogido testimonios de los pobladores que estuvieron presentes y todos aseguran que “fueron atacados con arma de fuego por la Policía antinarcóticos y que no hubo intervención de grupos armados ilegales (disidencias de las Farc) ni tampoco se registró el lanzamiento o activación de cilindros bomba o los denominados ‘tatucos’, contrario a lo informado por las autoridades”.
Además, Medicina Legal confirmó que los campesinos fueron asesinados con disparos de fusil; en el terreno no hay rastros de explosiones y ningún campesino tiene esquirlas en el cuerpo. Asimismo, es inconsistente plantear que era un ataque contra la policía pues no hubo ningún herido de parte de esta.
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Como si fuera poco, los campesinos aseguran que las fuerzas armadas están borrando las pruebas: talan los árboles en que impactaron balas, tapan los rastros de sangre, etc.
Los campesinos, con profundo dolor en el alma, lloran y entierran a sus muertos, curan a sus heridos, pero su lucha continúa, porque en aquellos pueblos de inmensa pobreza (84% en Tumaco), para muchos campesinos, no hay otra alternativa hoy para sobrevivir que cultivar o raspar coca, y el gobierno, aunque sigue prometiendo alternativas económicas al campesino, lo único que lleva a estas zonas es represión y genocidio.

Las causas de la lucha de los campesinos cocaleros

Este último capítulo de la ya larga batalla entre los campesinos cocaleros y las fuerzas armadas del gobierno viene desde hace algunos meses cuando los campesinos decidieron concentrarse y salir a protestar. Meses antes, en un enfrentamiento entre campesinos y fuerza pública murió un agente del ESMAD, en otro la comunidad retuvo y desarmó a varios policías antinarcóticos, en otros la policía ya había matado campesinos. El abandono y la represión del gobierno contra los campesinos cocaleros no es un caso aislado, es política de Estado; la rebelión del pueblo se justifica.
La causa inmediata de las últimas confrontaciones ha sido el intento del gobierno de erradicar por la fuerza los cultivos de coca, incumpliendo los compromisos que había adquirido de dar alternativas económicas a los campesinos para que sustituyeran estos cultivos. Estos compromisos hacían parte del acuerdo de paz con las Farc, pero como lo han mostrado los hechos, este acuerdo se redujo a desarmar la guerrilla y abrir la puerta de entrada de los altos mandos guerrilleros a la politiquería, a la repartija de puestos burocráticos para la cúpula guerrillera y a amnistiar a los promotores del paramilitarismo y del genocidio de las fuerzas armadas. A los mandos medios y combatientes de la guerrilla les dieron unas migajas para engañarlos con el proceso, pero una vez entregaron sus armas, ni esas engañosas migajas les están cumpliendo.
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Pero este conflicto tiene otras causas más de fondo: en primer lugar, buena parte del campesinado colombiano se ve obligado a cultivar la coca o a jornaliar como raspachín (cosechador de hoja de coca), pues en estas regiones los demás cultivos son o muy poco rentables o hasta económicamente inviables debido a la baja fertilidad de la tierra, la precariedad de las vías de comunicación para comercializar los productos, el dominio de gamonales armados que imponen su ley, etc. El campesinado está concentrado en esas zonas porque los terratenientes son dueños de las mejores tierras en el país. Así, el problema de la coca es expresión del problema fundamental de la sociedad colombiana, del problema de la tierra: mientras millones de campesinos carecen de tierra o se ven marginados a minifundios en estas regiones montañosas apartadas, una minoría de terratenientes posee las tierras más fértiles, planas y cercanas a las ciudades.
En segundo lugar, los gringos han ordenado al gobierno colombiano llevar a cabo a como dé lugar la erradicación forzada de cultivos ilícitos, bajo amenaza de “descertificar” al país, de recortar las “ayudas” para las fuerzas armadas colombianas. Los gringos mandan y los gobernantes del país obedecen por encima de la vida del pueblo colombiano. Esto es así porque, a pesar de que el pueblo hace más de dos siglos luchó y nuestra nación conquistó la independencia de España, muy pronto se vio sometida al dominio de los ingleses y en el siglo XX al de los gringos, convirtiéndose en una semicolonia, esto es, un país formalmente independiente (con Estado propio) pero sometido al dominio económico, político y militar del imperialismo, principalmente yanqui.
Mientras los campesinos carezcan de tierra para trabajar, mientras el país siga sometido a la dominación del imperialismo (y sus perjudiciales políticas como son: TLCs, Plan Colombia, impulso del paramilitarismo, etc.), el campo seguirá en el atraso y la pobreza, los campesinos en estas regiones seguirán obligados por la necesidad a sembrar y raspar cultivos de coca.

¿Qué camino tomar?

Como la evidencia se hizo inocultable y la presión de la opinión pública crecía, el gobierno no pudo seguir atribuyendo la masacre de campesinos a grupos armados al margen de la ley; destituyó a unos cuantos policías y retiró más de 100 de ellos de la zona para calmar la opinión pública y la ira creciente del campesinado.
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Pero las causas del problema -anteriormente mencionadas- son profundas y no pueden ser solucionadas por un Estado que acata obediente el mandato del imperialismo y que defiende los intereses de los terratenientes. El gobierno de turno, cualquiera que sea, continuará la destrucción de los cultivos de coca sin dar ninguna alternativa a los campesinos, seguirá persiguiendo y asesinando a los cocaleros acusándolos de traficantes, terroristas, etc. El juicio a uno u otro agente de policía no solucionará el problema; el gobierno acude a esto para limpiar su imagen y negar su responsabilidad tanto en el mantenimiento del problema como e la masacre campesina.
El gobierno de Santos y los falsos líderes del pueblo siguen tratando de adormecer al pueblo con sus discursos de paz, pero una vez más se confirma que la paz de los de arriba es la guerra contra los de abajo y que una verdadera paz solo se construirá desde abajo con organización, lucha y poder popular.
Con esta masacre el gobierno pretende atemorizar a los campesinos para que desistan de su lucha. Los movimientos revolucionarios de obreros y campesinos, de los intelectuales del pueblo, decimos a nuestros hermanos campesinos de Tumaco que su dolor es nuestro dolor, y su ejemplar lucha combativa es nuestra lucha y la apoyamos con firmeza.
Que todos los campesinos sin tierra o con poca se unan para defender por la fuerza sus derechos y tomar lo que les pertenece: todas las tierras de los terratenientes.
¡Frente a la masacre de los campesinos, organizar la rebelión contra los asesinos!
¡Tomar todas las tierras del latifundio! ¡Tierra para quien la trabaja!
¡La paz de los ricos es guerra contra el puebl